domingo, 11 de octubre de 2015

La Evaluación inicial:

En mi época de estudiante universitario de Filología en la UMA (porque he tenido diversas facetas y lugares de estudio) tenía por costumbre coger muy buenos apuntes de muchas asignaturas. Mis compañeros me los pedían y siempre los prestaba, la verdad. 
En aquella época, insisto, solía, igualmente por costumbre, escribir títulos barrocos a determinados capítulos de dichos apuntes. Para que veáis más claramente a lo que me refiero, os pondré un ejemplo con el título de este post:

De cómo el artífice de la enseñanza, en la muy venerable y consagrada institución educativa fruto del maligno de nuestra época secular, realiza, bajo el rigor del fuego cruzado en batalla campal, las pruebas necesarias con objeto de evaluar inicialmente a sus súbditos obedientes en el primer día de campaña escolar o la destrucción del alumnado.

Pues a eso me refería.


Como tantas cosas de nuestro sistema educativo, algo tan interesante como la evaluación inicial la hemos acabado pervirtiendo de tal forma que se convierte en un mero examen más sin ningún interés ni por parte de los alumnos ni por la de los profesores.
La administración nos obliga a realizar una evaluación inicial antes del 30 de septiembre (en el caso de secundaria y en Málaga, aunque muchos centros lo hacen cuando les viene en gana, todo sea dicho) y a poner una nota en el ya consabido programa informático.
Y los profesores, que se abalanzan con la desesperación del agobio repentino a hacer exámenes, se prostituyen ante esta determinación indeterminada.
Lo que decía, fruto del maligno.

Después de unos necesitados y ansiosos  83 días de vacaciones por parte del alumnado, tú vas y les preguntas por un montón de cosas que ya sabemos que a la mayoría ni les va ni les viene, de un montón de disciplinas diversas y en apenas la primera semana de clase.
Luego vienen las quejas: es que vaya una porquería, cada vez vienen peor, no tienen ni idea...
Si ya los exámenes son un error, imagínense esta prueba inicial podrida y envenenada por la ignorancia y servil borreguismo de muchos profesores.



Mis alumnos flipan en colores cuando les hago mi prueba de evaluación, totalmente anónima y con preguntas del tipo:

- ¿Te gusta la asignatura de Lengua? ¿Qué cosas te gustan más y cuáles no soportas?
- ¿Qué te gustaría sacar este curso de la asignatura?
- ¿Qué propuestas y ocurrencias tienes que hacerme?
- ¿prefieres libro de texto y examen o charlas, talleres, no hacer exámenes y trabajos?
- ¿Te gusta leer? ¿Qué cosas? Recuerda que los cómics y revistas del cotilleo son lecturas, aunque muchos profes digan lo contrario.

Y así otras cosas que se me van ocurriendo.

Su reacción siempre es la misma:

- ¿Esto es en serio, profe?
- Sí. Y es necesario que seais totalmente sinceros, con esto me hago una idea inicial del lugar del que parte la clase para poder venir preparado y tener un gran año entre todos. La idea es que disfrutéis, lo paséis bien y aprendáis.

Y algunos la responden de aquella manera, pero hay otros que escriben obras de arte en el mundo de la evaluación inicial. Y ahí es donde empiezas a crear un ritmo de trabajo consensuado ideal en el que todos (o la mayoría) aportáis vuestro granito de arena o vuestra playa entera.

Señores, señoras, la evaluación inicial no es un examen en el que ya al inicio calificas a tu alumno/a con un 3 o con un 9. No tiene nada que ver. Lo están entendiendo mal, muy mal. Requetemal. Malérrimamente mal, que diría mi amigo Antonio.

sábado, 12 de septiembre de 2015

Los uniformes uniformados

No, aún no he cambiado mi blog. Y tras un verano reparador, reaparezco de nuevo aquí, porque nunca llegué a abandonarlo.

A mí no me gustan los uniformes, creo que ya ha quedado claro en algún hilo. Y hasta me importa una M el color de la selección (y lo digo desde el respeto), aunque entiendo que vayan todos iguales para no equivocarse al pasar el balón del deporte que sea (cosa que nos ha pasado a muchos cuando hemos jugado cada uno de un color).

Entiendo lo que dicen muchos de la comodidad. Quizás ese razonamiento pueda ser hasta indiscutible: es más cómodo, todos los días lo mismo (aunque vaya en contra de la neurociencia, esa que te dice que hagas cosas diferentes a diario y tomar caminos diferentes y cambiar tus costumbres… para mantener más vivo y despierto el cerebro y tus conexiones neuronales), pero es cierto, puede ser cómodo (o lo es para quien lo sea). Y se me vienen a la cabeza cosas muy cómodas, como, por ejemplo:
-          cuando estás en clase y un niño/a de clase hace algo que el profesor entiende que no es adecuado o que está mal o que atenta contra la convivencia, pero no sabe quién ha sido: ¿lo más cómodo? Castigar a toda la clase, sin distinción ni miramientos, hasta al que había salido al baño o faltó ese día. 
-          Mis niñas hacen algo indebido, peligroso o yoquesé… anda ya, voy a charlar con ellas durante más de media hora para explicarles y razonarles, lo más cómodo es un guantazo bien dado y ya verás como no se le olvida.
-          Centro de secundaria: pelea grave con golpes y todo el kit de peleas entre dos o más compañeros que suelen ser buenos alumnos pero que un día se han calentado más de la cuenta por algo que para ellos era importante (independientemente de que a ti te parezca una tontería). ¿Mediaqué? ¿Mediación? ¡Anda ya! Para que te complicas con cosas sencillas y simples de toda la vida… 29 días de expulsión y que se los coman sus padres con patatas, así aprenderán los muy canallas.
Y así, se me ocurren decenas de cosas y casos.
Sin embargo, para mí, lo más cómodo no siempre es el mejor camino. Y en el caso de los uniformes, aunque pueda reconocer que sea cómodo, no me parece el mejor camino.
Por tanto, la comodidad ya no es razón válida para mí, aunque respeto y no me parece ni bien ni mal que lo sea para otros muchos.

El uniforme es mucho más barato. Discrepo. Sé de centros que solo venden su uniforme allí mismo. Y entre el uniforme y el chándal reglamentario se te pueden ir tranquilamente cerca de 180-200 euros al año. Y eso comprando solo un juego. Sé de algunos centros donde, además, no quieren que los niños lleven los baberos o batas (no sé si con la intención de que compres dos juegos de uniformes…pero  no lo incluiré en mis razonamientos porque son solo elucubraciones). 180 euros no me lo gasto yo en ropa en una de mis niñas en una temporada escolar ni por asomo.
Así que el tema de barato, queda descartado para mí.

He leído que algunos preferirían tener uniforme en su trabajo para no tener que pensar ni gastar dinero en ropa diaria. Llamadme guarro, pero yo es que voy a mi trabajo repitiendo ropa cada dos por tres… Si veis mi armario… es chico como yo y no tiene mucha variedad. Pero eso  sí, la ropa que uso es con la que me siento a gusto, aunque en cinco días solo use 2 pantalones y 3 camisetas o menos, o más… según el calor, los días hábiles que tenga esa semana… porque como todo en esta vida, todo tiene su contexto.
A veces también somos muy vanidosos… pero ese es un tema peliagudo en el que pudiera parecer que juzgo (y no es así), por lo tanto, no me meto.
En mi familia saben de sobra que si en mi trabajo hubiera tenido que llevar corbata y chaqueta ya no sería mi trabajo. Un cole tuve una vez así con una sustitución… dos meses de chaqueta y corbata. Y se acabó. Les hice saber a mi manera (que no sé si fue la adecuada) que no me llamaran más. Y a las bodas no voy de uniforme de boda… ni en la mía: camiseta indígena y pantalones de lino. Guapísimo, para que nos vamos a engañar.

Un tema que sí veo más serio con los uniformes es el de la obligatoriedad. Mis niñas, en infantil, estuvieron en un cole público que tenía uniforme, pero era voluntario. Nunca obligaron. Y yo creo que prácticamente todos los niños iban de uniforme.
Todos deberíamos saber ya lo peligroso de las obligatoriedades, las prohibiciones… y es que acaban muchas veces por mal camino: o sumisión, o indefensión aprendida o protestón marginado…
En una boda me obligaron a ponerme un disfraz de pingüino. Y tuve que ir a alquilarlo justo el día antes y de muy mal humor para evitar un serio conflicto familiar. Sopesé actos y consecuencias y pesaron más las consecuencias. Cierto es que fui un blando y me sometí. Me sentó muy mal y me molestó hasta el infinito el hecho de que me obligaran (aunque nadie me pusiera una pistola en la sien).

En este tipo de debates siempre intentamos convencer al otro de nuestra postura, no por ganar, muchas veces es simplemente para que el otro llegue a ver con claridad lo mismo que vemos nosotros de forma transparente. Es una de las funciones del discurso humano y su elocutio. Sin embargo, nos olvidamos de la elección de cada uno para elegir. Cuando alguien está totalmente convencido de algo, raramente va a cambiar de opinión. Lo importante es que cada uno pueda elegir lo que le apetezca a partir de sus propios razonamientos. Y aquí si que coincido plenamente con Azucena Caballero en que lo importante está en no cortar el pensamiento de cada uno. Si mis niñas quieren ir de uniforme que sea tras haberle planteado las opciones y ellas, en su contexto, decidan lo que prefieren, con derecho a cambiar a un lado o a otro en cualquier momento que piensen que es necesario. Y todo ello sin imponerles lo que yo creo que es mejor, más cómodo, igualitario o independiente.

Son ellas las que deciden. En el momento en que empezamos a decidirlo todo por los demás surgen los conflictos a corto o a largo plazo. Pero esto ya es harina de otro costal, y tocará en otro post diferente.


Suscríbete a este blog y se te avisará cada vez que se publique una entrada.

martes, 23 de junio de 2015

Vacaciones

Pues he tenido un mes de junio más que atareado con un sinfín de cosas. Y hoy, que los chicos se van de vacaciones, por fin, he podido desconectar una parte de mí y he empezado a escribir de nuevo. Y eso que aún no estoy de vacaciones, pero como si así fuera, la verdad.

La mayoría de los chicos y chicas están ya de vacaciones. Quizás todos, no sé cómo andan de fechas en otras comunidades.
Son tiempos de alegría, explosión, felicidad, paz, agobios y preguntas como: "¿Y qué hago yo ahora con el niño?"

Recogidas de notas y recomendaciones para el verano... Ahora es cuando muchos profes y maestros empiezan a dar tareas para el verano. No hablo de los exámenes de septiembre, de eso habría que hacer un post en exclusiva.
Me refiero a los cuadernos de vacaciones y otras lindezas. Me refiero a los sería bueno que...
- hiciera los ejercicios de este libro. 
- terminar de hacer libros que no se han hecho en clase, a recomendar  libros (esos de la musiquita de toda la vida que no voy a decir para no hacer ni publicidad ni contrapublicidad, cada cual que compre lo que quiera o no).
- hiciera un montón de sumas y de restas o vete a saber qué.

Es como si un administrativo se lleva a Benidorm unos pocos de excels para repasar conceptos y tenerlo todo claro a la vuelta, no sea que desconecte tanto que se le olvide.
O que un fontanero se lleve un montón de tubos y haga cañerías en un castillo en la arena de la playa, así repasa.
¿Y si un electricista tuviera que estar obligado a llevarse cables y bombillas a su pueblo, para preparar las fiestas del 15 de agosto?
Y el carnicero se va a Ávila con unos buenos cuchillos, para desmembrar a toda vaca que se tercie, no puede perder la práctica del movimiento y afilado del instrumental.
¿Os imagináis en bañador, en la playa, disfrutando de una brisa marina estupenda y que de repente tienes que ponerte a hablar con todo el mundo en la playa para venderles, por ejemplo, un seguro? ¡¡¡O una enciclopedia!!!
Un profesor que se pasa en los pirineos los días del verano haciendo memorias y programando el curso siguiente (a lo más, también por vicio o deformaión profesional, que piense de vez en cuando en qué hará el curso siguiente).
Los médicos sí suelen llevar un botiquín (al menos algunos que conozco), pero solo porque lo de ellos es vicio puro y duro.

Que no, que no es necesario mandar tareas en verano a los chicos de primaria solo para que mantengan un orden, un hábito, unas prácticas sin remuneración y obligatorias. Si el chico ya ha hecho todo lo que tenía que hacer durante el curso, si ha aprendido y disfrutado con ello a su manera... qué sentido tiene ahora atiborrarlos con libritos dichosos de vacaciones. 
Libro de estudio y vacaciones son dos conceptos perpendiculares, se cruzan en un punto porque no tienen más remedio, pero no tienen ninguna otra relación entre ellos.

Cuando tienes vacaciones tienes vacaciones. Y si quieres haer algo relacionado con tu trabajo o  tus estudios es porque te apetece, no porque tengas que. Los chicos no pueden estar todo el año trabajando, necesitan desconectar su mente de todo lo que es el sistema educativo para poder disfrutar de su imaginación sin par.

Las vacacionesson para ir a la playa, ver el atardecer siempre que se pueda, tomar un helado de vez en cuando; pasear por el mar o por la ciudad, observando las cosas que suceden y fijándose en lo que hay, observando el mundo que nos rodea podemos aprender muchas más cosas de las que creemos; montar en bicicleta o hacer algún tipo de ejercicio; Relajarse, quedarse tumbado con los ojos cerrados, solo respirando y dejando que la vida pase durante esos minutos. No hace falta pensar en nada en esos momentos.
Ir al cine o ver alguna película en casa y/o con los amigos, pasar algún rato con tu familia, no todo va a ser calle y playa con los amigos. Tu familia también te quiere y te necesita (aunque sea un ratito y aunque a veces no te lo parezca).
O para regalar abrazos sinceros a las personas, ellas te lo agradecerán también.

Creo que mis niñas sólo van a jugar y a jugar (en su concepto más amplio y abracando todas las facetas posibles), que bastante han trabajado durante el curso.
 


En fin, feliz víspera de San Juan y buen verano a todos. Que espero que tengáis algunas vacaciones en algún momento  y podáis desconectar de todo.

Suscríbete a este blog y se te avisará cada vez que se publique una entrada.

miércoles, 3 de junio de 2015

Trasteando en la escuela

Bueno, pues en estos días atrás he tenido la gran suerte de ser entrevistado para la web Trasteando en la escuela. Lo podéis ver en este enlace:

/http://trasteandoenlaescuela.com/portfolio-items/alvaro-ledesma/

Ha sido un placer ser entevistado por estos profesionales respetuosos, trabajadores que quieren dar luz verde a un nuevo sistema de educar en nuestro país. Personas que trabajan para compartir con nosotros las experiencias de tanta gente a lo largo y ancho del país.

Ellas nos llaman Trasteadores y yo he tenido la suerte de ser el tercer trasteador (en cuanto a entrevistado) de esta web.

Me gusta cómo ha quedado en su web, me parece un diseño muy dinámico y atractivo. No es una entrevista más.

Sólo espero que la disfrutéis, que os guste y que lo que no os guste lo digáis tranquila, educada y respetuosamente.

Echadle un ojo a estas trasteadoras (la mayoría son ellas) y no les perdáis la pista.

Para mí ha sido muy chulo decidir responder a sus preguntas, me hacen revisarme, me hacen reflexionar sobre cosas que asumo cotidianamente en mi día a día casi sin pensar, me ha hecho buscar propuestas o valorar cosas a las que no les doy la importancia que podría haberle dado.

Y si a alguno os piden entrevista, no lo dudéis, son muy majas.

¿Queréis echar un ojo a las trasteadoras?
Aquí

http://trasteandoenlaescuela.com/

lunes, 18 de mayo de 2015

¡Qué suerte tienes!

Esta entrada se la quiero dedicar hoy a mi hermana Carolina.

¡Qué suerte tienes! es, en apariencia, una frase inocua y que, no obstante, según en qué contexto, a mucha gente molesta y hace daño.

Yo hoy lo voy a usar para el contexto de los hijos.

Cada vez que nos dicen ¡Qué suerte tenéis! ¡Vaya dos niñas!, mi mujer y yo solemos pensar lo mismo, a veces, incluso, lo expresamos a la persona que lo ha dicho:

Me vas a perdonar, pero suerte podría ser que nazcan sanos, todo lo demás son horas, horas, horas y horas de trabajo constante durante 24 horas al día, 365 días al año.

Es un trabajo intenso y duro que es capaz de sacar lo peor de ti en algunas circunstancias o inducirte a la culpa; sin embargo, a la vez, es de lo más reconfortante, gratificante, placentero, altruista, maravilloso, satisfactorio, innovador, creativo y fantástico que puedas imaginar. Es una aventura increíble.

Es no acabar una discusión con "porque yo lo digo".
Es dialogar durante 40 minutos para ver las posibles soluciones a una pelea fraternal.
Es equivocarse y asumirlo sin complejos.
Es equivocarse y pedir perdón.
Es paciencia, sacrificio elegido, ingenio, paciencia (sé que lo he dicho antes, pero es que hay que tener mucha), creatividad, coordinación, estabilidad, autocontrol, amor, amor, amor, risas, más paciencia y más amor, ternura, caricias, tiempo, tiempo tiempo, cosquillas, abrazos, dedicación, ignorar la estupidez humana que en ocasiones nos rodea, amor, risas, lápices de colores, piropos... y tantas otras cosas que os invito a que dejéis escrito en los comentarios si os apetece.

Ya hablé de algo parecido en mi post Así deletrean los niños la palabra amor de febrero de este año, entrada que si no leíste, te invito a hacerlo ahora después.

Sin embargo, en mi humilde opinión, no es suerte; perdónenme, no quiero ser grosero, pero la suerte es para otras cosas. 

Nosotros no tenemos suerte, tenemos dedicación y tiempo, y amor infinito por nuestros dos regalos del cielo que son nuestras hijas.

No nos vean por la calle y nos digan qué suerte, díganme otra cosa, pero no suerte porque ven que las niñas se relacionan, juegan, aprenden o leen mucho. Han sido muchas horas de trabajo sin reconocimiento de trienios las que hemos invertido, y muy orgullosos que nos sentimos de ellas (de las horas invertidas y de las niñas).
 



Suscríbete a este blog y se te avisará cada vez que se publique una entrada.

miércoles, 6 de mayo de 2015

La pedagogía del error

La pedagogía del error es algo que se me ocurrió nombrar una vez. Quizás alguien lo definiera ya con este nombre o parecido, no sé, no es que quiera apuntarme ningún tanto, nada más lejos, pero lo llamé así: pedagogía del error.

Y es algo sobre lo que he ido dejando comentarios en fb o en algunos de los artículos o entrevistas en las que he escrito o respondido.

La pedagogía del error, tal y como yo la concibo a partir de mi experiencia (y sin conocimientos de psicología ni nada parecido) consiste en basar tu metodología pedagógica valorando el error como instrumento de medición y no como medio de aprendizaje. Consiste en que, en centros escolares, bases tu valoración o evaluación no solo en el trabajo sino en los errores, penalizándolos como si de un castigo se tratase. Y claro... luego nunca ponemos dieces, porque todo el mundo, todo, absolutamente todo el mundo, se equivoca alguna vez. Incluidos los profes y maestros, claro (aunque algunos no lo saben aún, creo que juegan en una liga superior).

Considerar los errores de esta forma tiene diversos efectos negativos en nuestros alumnos o hijos:

1. Crea una duda más que razonable en sus potenciales, porque siempre temerán equivocarse.

2.  Ese miedo al error nunca les dejará crecer adecuadamente como personas en algunas o muchas de sus facetas, porque dicho miedo se apoderará de ellos de tal forma que no sabrán canalizar sus potencialidades de una forma adecuada o focalizada en lo realmente importante, más allá de errores posibles que se puedan cometer.

3.  Puede acarrear un aumento desconsiderado de la indefensión aprendida. No sólo temerán decir o hacer cosas por miedo a equivocarse, sino que les llevará a un estado de no decir y/o no hacer, en general, por muchas injusticias que haya a su alrededor.

4.  Se trunca de forma abrupta su capacidad de asumir consecuencias ante sus actos. Con lo peligroso que puede ser esto.

5. Se potencia en ellos una dependencia cada vez más real y tangible en la mayoría de sus vivencias: desde lo laboral hasta lo personal. Y es que, así, se les resta autonomía.

6. Se disparan los síntomas de "no sirvo para nada", "soy un inútil", "no seré nadie en la vida"...

7. Anulamos la capacidad de resiliencia que pueda desarrollar cualquier persona.


Y seguro que hay más cosas que añadir, no obstante, yo voy a parar ya en el punto 7, me parecen suficientes. Es más, puede que haya opiniones en contra. Yo sólo hablo de mi experiencia y, como siempre digo, no estoy en posesión de la verdad absoluta (en realidad, nadie está en posesión de ella).

Recuerdo mi etapa en el colegio. Y recuerdo grandes momentos y terribles momentos. Pero en este punto, recuerdo el pavor que me producía salir a la pizarra sólo por el hecho de que pudiera tener mal los ejercicios: algunos compañeros se burlaban (otros, no), algunos profesores también (otros, no) y algunos profesores te ponían mala nota por haberlo hecho mal (y no te valoraban las horas de trabajo que invertías en haberlo hecho), sólo por el mero hecho de hacerlo mal. Y al final pesaba más el haberlo hecho mal que el hecho de aprender y corregir.

Eso me ha costado muy caro, la verdad, y no me refiero al dinero... Y me ha llevado mucho tiempo el poder superar determinadas situaciones de mi vida, o momentos en los que no he sabido digerir, superar o enmendar determinados hechos. Sigo en la tarea de mejorar, pero eso ya es otra historia.

En mi profesión docente he ido cambiando mucho a lo largo de los últimos 15 años, ya no soy el que era y soy lo que soy por lo que he hecho, leído, aprendido y escuchado de otros o por mí mismo; y también, por mis errores. Sin embargo, nunca puse negativos o malas notas por hacer algo mal en una pizarra. Explico cómo hacerlo, les doy pistas de por dónde deben ir las cosas (a veces es simplemente indicarles que en el armario hay un diccionario), otras les felicito por haberlas hecho. Y conforme mis alumnos me han ido conociendo, han dejado de mostrar ese miedo al error, ese miedo irracional a no participar que los enclaustra en sus propias mentes. Mis alumnos tendrán muchas deficiencias en mi asignatura, pero no es la de salir reforzado de ellas (y eso que algunos no lo vivirán así, también es cierto; y es que cada uno tiene sus cadaunadas y sus percepciones de lo que vive son diferentes a las de los demás).


Los errores tienen casi siempre un carácter sagrado. Nunca intentéis corregirlos. Al contrario: lo que procede es racionalizarlos, compenetrarse con aquellos integralmente. Después, os será posible subliminarlos. (Salvador Dalí)


Suscríbete a este blog y te avisarán cada vez que se publique una entrada.   

jueves, 30 de abril de 2015

Sopla el viento del este

Voy a dejar volar la imaginación al son que nos marca el viento del este.

Ya casi todos sabemos lo que sucede cuando sopla el viento del este. 

Quizás no lo recuerdes, pero cuando yo te lo refresque lo verás más claro:

viento del este y niebla gris, 
anuncia que viene lo que ha de venir;
no me imagino qué irá a suceder, 
mas lo que ahora pase, 
ya pasó otra vez.

Con el viento del Oeste viene la bruja malvada en el maravilloso mundo de Oz, pero cuando sopla el viento del este, viene Mary Poppins y se producen cambios.


No voy a hablar de Mary Poppins, que ya tiene sus propios detractores y defensores; no, yo la uso metafóricamente para hablaros de que los cambios se avecinan, cada vez son más frecuentes y la plaga de los cambios en educación empieza a extenderse de forma más que visible.

Cada vez más padres exigen más y de mejor forma a los docentes de sus hijos; cada vez somos más los docentes que buscamos otras formas de hacer las cosas y aunque nos sigamos equivocando casi a diario, no dejamos de buscar incesantemente, de controlarnos más, de aprender, autoaprender y emprender nuevas posibilidades en nuestro mundo y del que, en cierto modo, depende el futuro de otros; cada vez son más las directivas que se preocupan de innovar y buscar opciones nuevas ante el empuje que ya está teniendo de facto este proceso.

No sé si la campaña mediática de los coles jesuitas de Cataluña tendrá algo que ver en todo esto, pero creedme cuando os digo que la innovación educativa ya no va por bilingüismos ni nuevas tecnologías, eso ya ha quedado superado (no olvidado). La innovación educativa va por otros derroteros bien distintos, por caminos inexplorados por algunos.

Caminos sin exámenes, sin notas, con educación respetuosa, con trabajos por proyectos, con un trato más humano y afectivo, en el que se fomente la participación de las familias, educación emocional y trabajos con las Inteligencias Múltiples o Proyectos, sin asignaturas...
Y lo más curioso (no voy a entrar en valoraciones de "lo mejor", "lo peor"...) es que, por ejemplo, en Málaga, se están moviendo mucho más los centros concertados. Y claro, luego vienen las quejas... pues ya veréis... y si no, al tiempo.
Los puristas de la educación pública lo mismo hasta van arañando el suelo con los dientes. No os preocupéis, algunos centros públicos se mueven en esta línea... pero aún nos queda mucho que hacer.

Esta semana pasada estuvieron, por ejemplo, Mireia Long y Azucena Caballero en el Colegio de El Limonar, haciendo un curso de la Pedagogía Blanca  con sus profesores.

Hay centros que están intentando inculcar a sus maestros la idea de no hacer exámenes, o de intentar no poner notas (salvo las exigidas obligatoriamente por la Junta al final de cada trimestre), centros que trabajan básicamente con Inteligencias Múltiples y Proyectos cooperativos (entre otros), centros en los que interactuan más que de palabras con varias asignaturas, donde los niños hablan, participan, se relacionan y hasta pasean por sus clases...

Quizás ni nosotros mismos veamos hasta dónde llega el alcance de todos estos cambios, pero lo que sí es cierto es que el viento ha cambiado, ahora viene del este. Y eso conlleva cambios, para bien y para mal.

Los maesrtos siempre hemos dicho que nuestra profesión es muy ingrata, porque nadie te lo agradece, no al menos, hasta que pasan años y surgen reencuentros. Ahora se hace aún más ingrato, pues no solo no reconocen nuestra labor (la de algunos, claro), sino que, además, los que pensamos en cambios viscerales dentro del engranaje somos rechazados de plano por la mayoría.

Y es que, como ya escribí una vez en mi facebook:
 “La verdadera educación de un hombre comienza varias generaciones atrás” Eleuterio Manero






Suscríbete a este blog y se te avisará cada vez que se publique una entrada.    

lunes, 20 de abril de 2015

Y qué me tiene que decir el informe Pisa

No me entendáis mal, mi primer pensar es para esas familias que esta mañana han sido agredidas en su trabajo, en su instituto: un profesor fallecido y 4 personas heridas. Mi primer respeto va para todas esas familias que ahora están en un proceso difícil de digerir. Y, de veras, lo siento mucho. Mi pesar es grande y se me entremezclan multitud de sentimientos en estos momentos: como ser humano, como padre, como profesor, como ciudadano, como todo... muchos sentimientos navegan por el sinsentido de la noticia.

¿Qué hace que un niño de 13 años fabrique, aparentemente, una ballesta con bolígrafos y ataque a su profesora en la cara e intente rematarla con un puñal?
¿Qué hace que la hija de la profesora, presente en esa misma clase, se levante para ir a ayudar y reciba otro ballestazo?
¿Qué hace que un profesor, al oír los gritos, se vaya hacia allá desde su clase y se encuentre con un ataque frontal y certero que lo deja muerto en el suelo?
¿Por que era lunes?
Algo no estamos haciendo bien para que sigan sucediendo estas cosas. 

No trato de buscar culpables, nada más lejos de mi intención. Trato de buscar soluciones. Respuestas y soluciones.

Esta misma mañana, en mi muro de facebook, compartía unas palabras de Mireia Long acerca del informe Pisa.

Miren ustedes, el informe Pisa, por favor, imprímanlo en un papel con muuuucha celulosa, porque lo vamos a acabar usando para eso mismo, para limpiarnos el culo (y perdonen la expresión). Me importa más bien poco lo que diga ese informe, solo hay que dar un paseo por las ciudades, por los centros escolares, ver noticias, leer los miles de casos de presunta corrupción, escuchar conversaciones...

Y aunque el informe Pisa dijera que somos los mejores del mundo mundial, me daría igual, porque, ¿saben qué? Mientras estas cosas sucedan a diario es que hay algo que no va bien: mientras haya niños que se encuentran en el peor boquete del mundo como para hacer esta barbaridad, mientras haya personas que hagan sufrir a otras solo porque no supieron canalizar sus emociones (camuflados de simple diversión), mientras haya niños abandonados, maltratados, ignorados, perseguidos o insultados, mientras sigamos mirando para el otro lado, mientras no nos pongamos todos manos a la obra para ver más allá de nuestras simples y respetuosas  narices..., de verdad, de corazón, me importa lo que no voy a decir, lo que diga el informe Pisa, pisa papeles, pisa mierdas o pisa al de al lado para trepar más que tú.

Mi homenaje de hoy va con la canción del grupo The Boomtown Rats y su canción I don't like mondays. Cuenta una historia similar, una historia incomprensible de hace muchos años; en el fondo, triste canción de finales de los 70 y escrita por Bob Geldof.  La historia, si la quieres leer, en este enlace, si no, no entretengo más.

Tell me why? Tell me why?



Suscríbete a este blog y se te avisará cada vez que se publique una entrada.    

domingo, 12 de abril de 2015

El camino hacia la perdición.

Durante años me he quejado de que mis alumnos de secundaria no solían reaccionar ante los diferentes estímulos perniciosos que pudieran afectarles, salvo de forma preestablecida ya por norma, costumbre o  imposición sistémica.

Durante años me quejaba de que los alumnos ni siquiera protestaban ante las injusticias que se cometían contra ellos mismos. Las asumían con un calambrazo en sus partes nobles, se reponían y aprendían que era mejor no volver a decir, ni ver o hacer, ni escuchar, como los tres monos sabios.

Durante años me he quejado de que el alumnado, por norma (en el más amplio sentido de la palabra) prefería seguir a su rollo, aguantar lo que le echaran y ser un inconsciente súbdito.

Y un día descubrí que yo formaba parte de ese engranaje. Ya siendo alumno, recordé que algunos profesores se quejaban de lo mismo y nos alentaban a protestar, dialogada y democráticamente, para no dejarnos pisotear así como así. Y cierto es que muchas veces nos vimos removiendo cosas. Tuve un profesor que le llamábamos el señor Keating (ese genial Robin Williams en El club de los poetas muertos), incluso hubo quien, en una reunión general de alumnos, con varios sacerdotes delante, hizo la gracia de estar hablando con dios por teléfono, con tal de salirse con aquello por lo que protestábamos que, ahora, ni recuerdo qué era.

Y ya hace más de diez años que empecé a intentar remover conciencias, a plantearles eso mismo a mis alumnos. A veces incluso han dirigido escritos a la dirección del centro, o hablado con tutores y hasta con sus padres (cosa que muchos de ellos no suelen hacer, aunque parezca raro). Una vez incluso sometí a un grupo de 1º de bachillerato (año 2001) a una tanda de gritos constantes, de injusticias, de castigos, de no dejarles hablar... y tardaron poco más de una semana, repito ¡¡¡POCO MÁS DE UNA SEMANA!!! en que una de mis alumnas me dijera en clase que qué pasaba, que si yo no veía que me estaba pasando varios pueblos. Por fin... Eso dio lugar a un largo debate que duró días. Menos mal.

¡Estamos creando tales clones unos de otros!  ¡Tal cantidad de androides inertes!
Estamos llevando al abismo de la infelicidad a personas que como nosotros sufren y luchan a diario. Estamos conduciendo de forma irreductible al abismo a personas que se sientan en su silla de ruedas, esa que dirige alguien que en su espalda lleva un cartel que dice: indefensión aprendida.
Estamos subiendo al tren que va hacia el abismo a personas que, en el fondo, preferirían ir hacia el puente de Kasandra y hundirse que a mantener una actitud pasiva de espejo.
Estamos dando unos calambrazos de vértigo en las partes nobles de muchos de nuestros hijos o alumnoscon la mera intención de someterlos inconscientemente, porque ni nosotros somos conscientes de que lo hacemos, de ser así, otro gallo nos cantaría.
Estamos llevando a la gente en contenedores por un camino a la perdición. Nos olvidamos de lo realmente importante para dar por cumplido con aquello que quedó preestablecido acorde a las necesidades de unos cuantos que decidieron así manipularnos sin que ni siquiera pudiéramos darnos cuenta de ello. Y hacemos lo mismo en ese mismo engranaje, partícipes inconscientes de semejante desgracia.

Y ante eso, casi a diario, se puede oír a miles de profesores (o de padres y madres) en nuestro país (si es que pudiéramos escucharlos a todos) decir cosas como que los maestros somos los que forjamos el porvenir del futuro, somos los que enseñamos, somos maestros, no educadores y no tiene que venir nadie a enmendarnos la plana ni a decirnos cómo tenemos que decir o hacer las cosas. Ya sabemos cómo se hacen las cosas... las llevamos haciendo igual desde hace años. Y esto no va mejor por culpa del gobierno (que, por otra parte, es cierto) y de las familias (que en muchas ocasiones, también lo es).

Eso se escucha casi a diario en la mayoría de los centros, a veces no con esas palabras, pero sí con hechos, respuestas a lo que dice uno, comentarios jocosos...

Y se olvidan de otro pilar fundamental: el profesorado.

Y así es como se está forjando un futuro del que luego nos quejamos.

Si no les enseñamos a expresarse, a canalizar sanamente sus emociones, a reclamar, a protestar, a decir, a sentir, a llorar o a reír, a darle una patada a un cojín; si solo les enseñamos a obedecer en el sentido actual, nada etimológico y negativo de la palabra (y aquí tenéis dos posts sobre la obediencia: en mi blog y en el de la pedagogía blanca),  si les enseñamos a callarse siempre y en todo momento, a estar sentados, a no rechistar ni a chistar siquiera... Entonces, ¿cómo diantres queremos que luego sean capaces de hacerlo cuando les están maltratando por violencia de género, les están robando, les quitan pagas extras o les explotan en sus trabajos, o les insultan pos las calles por llevar gafas o minifaldas? ¿Cómo van a ser capaces de movilizarse ante grandes injusticias universales o locales? ¿Cómo podrán vivir sana, feliz y plenamente? ¿Cómo? Tenemos lo que hemos ido forjando durante años. Y si no hacemos nada por cambiarlo, así seguiremos durante muchos más. Y si llegáramos a ese punto, entonces, creo que me pediré la pastilla azul de matrix, esa que me llene de dichosa ignorancia y me haga pensar en que sí que disfruto de un jugoso entrecot, cuando en realidad estoy tan preso como el resto.

Si no cambiamos esto de raíz, seremos partícipes del mayor genocidio de la historia: el de nosotros mismos, nos seguirán robando, insultando, machacando, ladrando, torturando, anestesiando, degollando, zancadilleando, importunando, maldiciendo, renegando condenando, ofendiendo o martirizando y, a lo peor, ni siquiera seremos capaces de expresarlo, estaremos callados, sentados y aguantando el chaparrón, que para eso nos educaron.

Y será el camino hacia la perdición.

miércoles, 8 de abril de 2015

Sueño de una noche de primavera.

A lo largo de toda mi carrera profesional, siempre que he tenido opción para escoger (porque otras veces no escoges, eres el más pardillo, el útimo en llegar, el más joven... y te lo endosan igual), he elegido al peor alumnado posible, ya sea desde un punto de vista conductual o más bien académico (que, por otra parte, suele ir asociado en muchos casos, aunque, evidentemente, no en todos).

Sin embargo, hoy estoy aquí para confesarme: y si he de ser honesto, la verdad, estoy cansado. Mucho. Arrecia fuerte el temporal.

A veces cierro los ojos y me veo con una mayoría de alumnos y alumnas que saben leer y, además, les gusta; alumnos que saben escribir más o menos decentemente y entre los que puede haber alguno que escriba sus propias cositas; alumnado que pregunta con inquietudes sinceras, con deseos de hacer cosas nuevas, innovar, crear y aprender. Alumnado cuyas familias responden por ellos, los atienden, les ayudan e, independientemente de sus notas, los quieren y refuerzan. Alumnado que agradece, que participa y que protesta según qué momentos, con lógica, raciocinio, mesura y cariño.

Abro los ojos y sigo con un alumnado súper mega sistematizado que no sabe hacer ni la o con un canuto; que no saben manejarse fuera de ese sistema si no es a tientas, cegatones perdidos, a oscuras...

Alumnado que suele padecer un sinfín de situaciones nada agradables a nivel familiar, personal o social.

Alumnos y alumnas que se encuentran realmente perdidos.

Alumnos que si suspenden son severamente reprendidos o aplaudidos (las dos cosas, severamente, son erróneas a mi entender).

Alumnado que vaga por la vida sin más miras que las puestas en el qué rollo, a ver cuándo me voy, no me entienden, y yo que mierda hago en este instituto y otras ideas más o menos desarrolladas. Alumnado sin más latido que el pulso que mantienen con la vida por sobrevivir en un mundo caótico que no les tiene en cuenta.

Alumnos que se cagan en tus muertos cada dos por tres porque véte tú a saber.

Alumnos que solo entienden que hacerse valer es demostrar a los demás que se es muy duro, que no lloramos porque no somos mariconas (en palabras de ellos, no mías), que no necesitamos abrazos y que los besos son propios de nenazas, nosotros nos damos mejor unos cuantos golpes de pecho o varios tortazos, asumiendo que sabemos darlos bien y recibirlos mejor, que para eso somos unos machotes [nótese la ironía].

Alumnos y alumnas que respetan cuando les conviene , momentos que suelen coincidir cuando se encuentran bajo la bandera que enarbola el miedo auténtico, ese que te paraliza, ese que te inquieta y te quita el sueño y te guía hacia el camino de no atreverse a decir o a hacer.

Esos chicos que no tienen más pensamiento que en lo único, en disfrutar a tope porque todo es una mierda.


Y ante tanto fracasus horribilis decido cerrar otra vez mis ojos y veo a una inmensa cantidad de familias cariñosas que enaltecen las virtudes de sus hijos; familias reestructuradas según sus necesidades pero llenas de amor y respeto; familias que se preocupan por las cosas verdaderamente importantes para sus hijos; familias que respiran ternura; familias en las que el respeto rige el curso de sus vidas; familias que, aunque gritan, están preocupadas por hacerlo mejor y no solo por discutir si ganó el madrid; familias que dan abrazos, besos, caricias y lo demuestran con total impunidad y naturalidad; familias que trabajan colaborativamente con los profes y maestros para construir el mejor camino para sus hijos; familias que no compiten para que sus hijos sean aparentemente mejores (aunque luego sean unos tarados), o tengan aparentemente mejores notas o, aparentemente, hagan más tareas que nadie.

Y abro los ojos y veo que no, que sólo seguía soñando, imaginando, deseando, construyendo o predicando en el desierto.

Y entonces vuelvo a cerrar los ojos, por si eso es un sueño, pretendiendo hacer del sueño mi verdadera realidad. Y allí veo a multitud de equipos de profesores implicados en sus alumnos; profesores que entienden que sus alumnos son personas, no solo alumnos y que, como tales, tienen sus emociones sanas,  alegres, tristes o sus emociones encontradas; un profesorado que trabaja en equipo con la mejor de las intenciones y con un único objetivo: sacar lo mejor de sus alumnos; un profesorado que, precisamente por  ello, no califica como si se tratase de un plan de calidad industrial; unos compañeros que traben relaciones afectuosas con muchos de sus alumnos; unos profes que atienden y entienden a las familias, aquellas que se preocupaban por lo mejor para sus hijos, independientemente de notas y exámenes; un profesorado que trabaja colaborativamente con los padres y madres para construir el mejor camino para sus alumnos; profesores que acompañan, guían y dan luz a esos seres tan entrañables y faltos de cariño; profesores que desmitifican la historia para crear una nueva; un grupo de profesores que entiende que, en ocasiones, debemos romper con lo establecido para perseguir un bien mayor; un equipo de gente que no solo trabaja docentemente, sino decentemente; profesores de corazón, de alma, profundos y empáticos; profesores formados en muchas más capacidades que la simplemente academicista; profesores que cometan errores y aprendan de los mismos sin que nadie de fuera venga a evaluarlos con la acritud necesaria para ponerle de mal humor o replegarse en su caracola oscura y protegida de los rayos del sol; un profesorado capaz e interesado en construir un mundo mejor y no sólo en cobrar un sueldo.

Y vuelvo a abrir los ojos y veo a unos pocos, realmente pocos...

El sueño de una noche de primavera, no más.

Es un sueño que espero algún día ver hecho realidad.

Sueño con que valoremos a las personas  en su compleja totalidad. En la suya, no en la nuestra.



Suscríbete a este blog y se te avisará cada vez que se publique una entrada.    

viernes, 27 de marzo de 2015

Complejo de salmón de un autoestopista

Cuando te quedas embarazada (evidentemente yo no, pero salvando las distancias, lo viví con toda la intensidad que pude, aunque mis sensaciones estuvieran a años luz de las de mi mujer), es cierto que, como cuenta todo el mundo, de repente sólo ves embarazadas y carritos de bebés por todas partes en una cantidad ingente, como no lo habías visto nunca. Eso habría que atribuirlo a los mecanismos de la mente y no es éste el post ni soy yo la persona idónea para explicarlo.

Con esto, lo que quiero decir es que cuanto más se mete uno en el maravilloso mundo de vamos a cambiar este sistema educativo más cosas interesantes te encuentras y más propuestas y proyectos descubres.

Sin embargo, un altísimo porcentaje de esas propuestas son de infantil y primaria. De lo cual me alegro, porque son las etapas en que deberían empezar a realizarse estos cambios.

En secundaria estamos unos pocos (muchos también, pero un porcentaje mucho menor), unos pocos "tarados" que nos dicen a veces (y a mucha honra, que se suele decir). Pero somos muy pocos. 

No me gustaría definirlo como una lucha diaria, pero lo que es cierto es que la dialéctica constante en la que nos sumergimos con alumnos, padres, compañeros, sociedad en general es tal que realmente es agotador. Hay que tener las cosas muy claras para saber transmitirlas, para que lleguen y para que otros crean que esto es así. Pero, casi a diario, nos acabamos dando, al menos, dos o tres cabezazos contra paredes de hormigón.

No tenemos respaldo de ningún tipo y la selectividad asoma tras la puerta como espada de Damócles, dispuestas a atravesarnos la cabeza en un santiamén. En secundaria preocupan mucho más que en primaria las notas, los informes, las expectativas; el agobio se dispara, y el sentimiento de hiperresponsabilidad mezclado con la sensación de "no cumplo lo que se esperaba de mí" se incrementa de forma industrial en los chicos. El fracaso se multiplica y el abandono escolar llega a límites insospechados.

Se hace muchas veces tan cuesta arriba que, incluso, hay momentos en que renuncias a cosas por no entrar en más conflictos. Renuncias a principios, renuncias al tiempo, renuncias a tu energía para otras cosas, renuncias a los chicos con los que trabajas... hay momentos en que todo se ve mucho más negro.

La soledad aprieta.

Y es que es verdad que somos muy pocos en comparación con otras etapas... somos 4 gatos, 4 lunáticos... o 4 autoestopistas de la galaxia... da igual el nombre que nos pongan, nos sentimos solos y nos espera un río muy largo que remontar para poder llegar al origen de todo y poder allí desovar para que surjan nuevas vidas.

Somos como ese salmón que sube el río contracorriente, como una lluvia de asteroides que hemos de esquivar mientras todos se te echan encima a una velocidad vertiginosa... pero ahí seguimos sobrevolando un espacio paralelo (que no para lelos) al de la mayoría.




Suscríbete a este blog y te avisarán cada vez que se publique una entrada.    

viernes, 20 de marzo de 2015

Tengo que...


Quizás nunca te hayas dado cuenta, quizás lo tenemos tan metido en nuestro día a día que deja de estar conscientemente presente en nuestra vida, pero es cierto que tenemos una expresión muy recurrente que nos obliga constantemente a hacer tantas cosas que a veces hasta perdemos la noción de lo que verdaderamente importa.

Estamos diciendo más veces de las que nos gustaría la perífrasis verbal de obligatoriedad: Tengo que.

Según los últimos estudios, una persona tiene (de media) unos 60.000 pensamientos al día, de los cuales unos 57.000 son los mismos del día anterior. Y de entre todos esos, muchos son elecciones que debemos tomar al cabo del día.

Cuando nos expresamos con ese tengo que, en realidad, lo que dejamos entrever en muchas ocasiones no es otra cosa que el hecho de que voy a hacer algo pero que, realmente, no es lo que me apetece ahora mismo. A veces no hay más remedio. Hay cosas que hay que hacerlas y eso no es negociable. Pero hay otros muchos momentos de nuestra vida en los que expresamos ese Tengo que cuando en realidad ni es tan urgente ni tan importante, o no tanto como para dejarlo para otro momento y aprovechar este instante para algo que ha podido surgir. Escondemos nuestra libertad, porque nos da miedo hacer uso de ella para movernos en el plano que realmente queremos.

Un ejemplo tonto y diario: te surge la opción de ir a tomar un café, escribir una novela, ir al cine, dar un paseo con alguien (hijos, mujer o marido, pareja, amante, padre o madre, primo, conocido o cita a ciegas, da igual). Y ciertas ocasiones respondemos:

- No no puedo ir, tengo que... (lavar ropa, tender, comprar, corregir, revisar...) sabiendo que, muchas de esas veces, esas tareas en realidad las podemos hacer en otro momento (habrá otras en que corran realmente prisa... si ya no te queda ropa interior limpia... es otra historia, claro).

Es decir, que ponemos excusas a algo que en realidad nos apetece, pero no lo hacemos y nos autoinculcamos una responsabilidad de obediencia absoluta que hemos de cumplir por miedo a... cada uno a lo que sea en el fondo que subyace bajo su realidad cotidiana.

Quizás habría que revisar de nuevo ciertas escalas de priorización de  tareas y actividades diversas. A lo mejor eso nos ayuda a distribuirnos mejor el tiempo y aprovechar los momentos buenos que muchas veces nos esperan a la vuelta de la esquina y no aprovechamos porque tenemos que hacer algo que, quizás, no sea tan obligatorio para ese instante. Sí, quizás eso sea bueno: revisar. Sin embargo, mientras llegas a eso o no; o te haga falta o no, sí te voy a dar un consejo que te hará más libre. Ya sé que yo no soy nadie para darte un consejo, pero yo te lo escribo, a partir de mi propia experiencia, y ya tú haces lo que creas conveniente.

Prueba a cambiar la expresión utilizada, tal vez eso te ayude a verlo con una perspectiva más amplia de miras y te ayude a replantearte algunas cosas de paso.

¿Y si en lugar de Tengo que, dijeras Elijo...?

No voy a tomar café porque elijo ir a comprar o tender la ropa interior o quedarme en casa leyendo o acompañando mis niñas. Las dos opciones son válidas, ir o no ir. La cosa no está en quedar como un guay que siempre se va de paseo o un aburrido que siempre se queda en casa. La cuestión es que tú eliges la opción que deseas hacer. No más.

El derecho de elegir y, sobre todo, ser consciente de que eliges te da una libertad que nunca te puede dar una perífrasis de obligación.


Elije la opción que quieras, pero elígela tú.

Sé tú mismo o tú misma.





Suscríbete a este blog y te avisarán cada vez que se publique una entrada.    

jueves, 12 de marzo de 2015

Quizás hoy no es el día

Quizás hoy no es el día.

Miro a mi alrededor y veo tal cantidad de cosas buenas que hasta me duele.

Pero cuando estás cansado, te duele también todo lo demás.

Es increíble que no queramos hacer las cosas bien. 
Es increíble que no queramos desprendernos de aquello que nos aporta tanta seguridad, aunque sepamos a ciencia cierta que no es lo que queremos ni lo que nos conviene.
Es increíble que, con el corazón en la mano, no seamos capaces de vislumbrar el camino.
Es increíble que no tengamos el corazón en la mano para decidir las cosas más esenciales de nuestra cotidianeidad.
Es increíble que no nos sintamos con la capacidad de afrontar las cosas como son.
Es increíble y asqueroso que prefiramos un rumor antes que ir a donde sea y aclararlo con la persona que corresponda.
Es increíble que no seamos capaces de ponernos de acuerdo en las cosas más elementales.
Es del todo increíble que prefiramos proferir de todo menos cosas bonitas sin escuchar otras perspectivas.
Es absolutamente increíble que no seamos capaces de mirar a nuestro alrededor y darnos cuenta de lo que sucede: un árbol que ha crecido o ha perdido sus hojas o ha echado flores, calles reasfaltadas porque llegan las elecciones, un padre que grita a su hija por la calle porque se le va hacia un paso de peatones o porque está harto de repetir las cosas, alguien hurgando en un contenedor (aunque todo va ya muy bien, la verdad, sólo hay que  fijarse...), un niño que aguanta sus lágrimas en un patio cuando cree que nadie le ve o

Nos metemos donde nadie nos llama y con las cosas que de verdad importan no somos capaces de actuar. Buscamos enfrentamientos sin sentido y carentes de diálogo alguno en muchas ocasiones. Siempre es culpa del otro, por supuesto. Empezó él, decimos mientras señalamos con el dedo. Será que no estamos enseñando a asumir nuestros actos, para bien o para mal.

Doulas contra matronas, maestros contra profesores, docentes contra padres, directivos contra explotados, policías contra ladrones... y tantas cosas al cabo del día que uno va viendo y que te acaban por minar hasta la razón del sinsentido.

Perdemos el norte y nos enfrascamos en discusiones inútiles que no llevan a ninguna parte, pero en el camino olvidamos lo esencial y aparcamos en el fondo la cuestión que, sin embargo, deberíamos sacar a flote.

Me regañan y la pago con el siguiente en la cadena alimenticia de unos sentimientos  necrófagos que no he sabido digerir porque nunca me enseñaron.  
Llegamos cansados y lo pagamos con el que pillamos.
Me protestan y entonces yo voy y atosigo al otro.
Me echan para atrás mi idea tan genial y yo le grito al de al lado en el semáforo y me cago en sus muertos si hace falta, total, si pa qué.
Te hacen un reproche y tú devuelves un guantazo. Si es que se lo merecía, me ha provocado.


¿Qué es, entonces, lo importante? Y, ¿para quién?
¿Qué es lo que estamos transmitiendo a nuestros hijos? Y, ¿desde dónde?
¿Qué es lo que de verdad vamos a dejar para los años venideros?

¿Qué estamos criando y regando en el día a día?

¿Somos unos pobres tarados que siguen creando tarados?

Si educas de forma respetuosa (o todo o respetuosa que puedes, que también somos seres humanos y, gracias a dios, cometemos errores), malo; si educas de forma tajante, malo; si eres autoritario, peor; si eres flexible..., un blandengue; los pediatras te dicen, los amigos lo contrario, los maestros contradicen lo que crees y si no tú los contradices a ellos. Los hijos a los padres y viceversa. Pero muchas veces no encontramos puntos de unión ni inflexión en los que vertebrar un diálogo fructífero. El caballo del orgullo a veces galopa tan poderoso que mejor no nos bajamos y arrasamos con lo que sea. Aunque sea nuestra pareja, nuestro hijo nuestro padre o madre o el vecino que casi ni conoces.

La ignorancia es osada y atrevida. Eso ya lo sabemos. Y rancia. Lo lleva hasta en la misma palabra.

Malversamos la vida con chantajes emocionales sin precio que nos cuestan un riñón... o un cáncer si es menester. 

Y seguimos sin darnos cuenta.

Insisto, quizás hoy no sea el día.


Suscríbete a este blog y te avisarán cada vez que se publique una entrada.

miércoles, 4 de marzo de 2015

Y... ¿para qué?

He tenido unas semanas de locura en las que no he podido ejercer mi sentir blogero a través de este espacio. Disculpas.

Pero he vuelto y hoy voy a escribiros sobre el "para qué... si total..."

Y, ¿qué es esto? Pues veréis:

Esta frase es muy común en nuestro mundo actual, en nuestras conversaciones, en nuestro entorno. Para qué voy a hacer esto, para qué vamos a..., para qué... y lo peor no es ese para qué, sino la frase con la que solemos apostillar después en determinados contextos: "si total (como decimos mucho por Andalucía) ya no hay ná que hacer".



Una de las críticas furibundas que suelo lanzar contra el actual sistema educativo y todo su engranaje es que nos convierte en esclavos, en sumisos, inactivos, incapacitados e inoperantes. Nos quedamos paralizados por el veneno que nos inoculan desde chicos. Es como las pistolitas eléctricas que quieren poner de moda ahora. Somos incapaces de pensar, reflexionar decentemente y darnos cuenta de que nos están engañando o que hay cosas que no deberíasn ser como creemos que sí deberían ser. Pues no.

Indefensión aprendida: para qué. No pienso mover un dedo por esto, porque es que es así, y ya no se puede hacer nada.Y me lo como (normalmente sin patatas).

Y así se nos pasa la vida. 

Debemos movernos y debemos incentivar a los chicos a que se muevan. Más de una vez he instigado revoluciones en algún instituto en los que he trabajado (y siempre por causas que ellos creían que eran necesarias, no por "queremos una piscina en el instituto"...). No lo he he hecho por maldad, ni por fastidiar, sino para que los chicos aprendan a que siempre se pueden obtener cambios, que siempre hay una opción, aunque sólo sea la del pataleo, esa en la que somos escuchados (o, a lo peor, oídos), esa en que por lo menos dejamos claro que estamos en desacuerdo, aunque no obtengamos lo que queremos. Siempre nos queda intentar buscar soluciones lo más adecuadas para todos. 

Es decir, lo contrario de lo que están acostumbrados a ver, conocer o experimentar. No te muevas, no hables, no digas, tu opinión no tiene validez, no me interesa, quién te ha dado velas en este entierro, tú eres tonto o qué, plasta, quién te ha preguntado,... Incluso, lo ven en el día a día del país: políticos que no hacen caso de las protestas, que siguen a sus intereses y no a los de los de la mayoría...

Les digo que deben protestar, y que para ello deben seguir los cauces oportunos. No se trata de salir a tirar piedras. Pero hay que moverse, hay que investigar, hay que luchar por lo que uno cree adecuado. Incluso en esas ocasiones en que te ves solo.


Justo hoy hablábamos con una de nuestras hijas la importancia de hacerte caso a ti mismo cuando estás seguro de algo aunque todos los demás te dicen lo contrario. Y la hermana nos dice que eso le apasó un día en clase, que ella creía una cosa y todos los demás le decían que no... y al final era lo que ella decía. Esto tan simple, pero llevado a las diferentes facetas de la vida.

Y estos días lo he vivido en primera persona.

¿Qué es lo que queremos transmitirles a nuestros hijos e hijas? ¿Esa indefensión contenida de años que acaba en un bronca callejera o en una reyerta futbolera con 48 heridos? 

Si a nuestros hijos y alumnos les imbuimos en esa indefensión, no los estaremos educando adecuadamente, seguiremos trabajando para esa gran fábrica educativa al servicio de sus señorías. 

Creo que debemos hacer pensar, hacer reflexionar y, respetuosa y educadamente, enseñar a pelear desde el diálogo y las normativas para obtener lo que es tuyo en tu derecho. Hay que olvidar la dejadez y la insensatez. Lo llevamos tan arraigado que ni nos damos cuenta, es como levantarte por la mañana, ir al baño, lavarte la cara, hacer un pipí... Hay días que lo llevas tan automatizado que no recuerdas si lo has hecho todo o te ha faltado algo por hacer; es como ir todos los días por el mismo camino, que dejas de ver las tiendas nuevas o las que han cerrado, o los árboles que han plantado o las flores que han salido al calor de estos días.

No dejemos que nos manipulen hasta límites que ni sospechamos que lo hacen.

Hay que despertar.

Y hay que tener en cuenta que muchas veces esa misma indefensión nos lleva a elegir a una pareja equivocada, un trabajo que no es para nosotros, unos estudios que no nos merecen, unos amigos que no nos convienen o un acompañante que nos amarga el día a día. Hay que despertar no solo para luchar por algo que crees que te pertenece o te mereces, también hay que vencerlo para perseguir aquello que quieres o pretendes obtener.

No te dejes achantar. Cada uno está aquí para una cosa concreta que absolutamente nadie más puede dar al mundo. Tu misión es buscarla, sacarla a la luz y darle brillo. Y si te dejas guiar por las necedades de algunos que te rodean, es que no lo ves claro o es que, en el fondo, eres tan necio como los demás (y discúlpame si te ofendes). Pero es que a veces arratrasmos momentos o una vida miserable por no escucharnos, por no tener la valentía de hacer lo que sabemos que debemos hacer o por no querer, simplemente, escucharnos.

Mucha gente perdida. Mucha. Mañana he quedado para desayunar con una. Perdida. Y sóla. Terriblemente. Desconsoladamente.

Nadie mejor que tú para saber lo mejor para ti (pero no a lo loco... requiere tiempo para ti, madurez, reflexión...)
¿Y ahora qué? ¿Vas a tirar la toalla?



Suscríbete a este blog y te avisarán cada vez que se publique una entrada.   

Suscríbete a este blog por correo electrónico

Enter your email address:

Delivered by FeedBurner