martes, 16 de diciembre de 2014

Conciliación laboral familiar

Se habla siempre de la conciliación laboral y familiar como uno de los grandes inventos.

Ilusos nosotros que aún no nos hemos dado cuenta de que no es un invento para conciliar razonadamente y de  verdad. Sigue siendo una creación de la sociedad mercantil que lo intenta dominar todo.

Vamos a conciliar. Venga. A las 07.30 salimos de casa con los niños para el colegio. Pero, ¿no entran a las 09.00? Sí, pero yo entro a las 08.00, así que, como tengo la suerte de disfrutar de una conciliación laboral y familiar, pues llevo a los niños a las 07.50 al aula matinal (que ya el nombre en sí es un engendro del maligno), los dejo en el comedor, extraescolares y los puedo recoger a las 17.00, o a las 18.30... según los días o  según los casos.

Estoy encantado/a.

No nos engañemos, eso no es conciliar, eso es explotación infantil. No podemos estar dejando a los niños aparcados en manos de desconocidos de forma constante, porque los niños lo que necesitan es a su padre y a su madre. Y a sus hermanos si los tiene, y a los abuelos y los titos.

Los niños, cuanto más tiempo en el cole, más agotados terminan, física y emocionalmente. Los niños, vuestros hijos, necesitan pasar tiempo con vosotros, más allá de un anuncio de ikea que te desamuebla la cabeza. Tiempo, eso es lo que necesitan: jugar, reír, llorar, enfadarse, comer, hacer sus necesidades, preparar la cena, poner la mesa, hacer camas... ¡EN FAMILIA! Lo que sea, pero en familia, juntos.

Claro que, también es cierto, he oído a madres decir que ellas no se van a quedar 4 meses de baja en casa y con el niño. Que ella se incorpora antes, que la casa se le cae encima, que el niño es un trasto, que prefiere contratar a alguien que se lo cuide y lo lleva al cole y lo recoja. Que digo yo, que a lo mejor esa persona que lo cuide también podría haber hecho el amor con su marido (o pareja), y ya se hubiese quitado el problema de en medio del tirón.

Tenemos que hacer lo posible entre todos por cambiar este tipo de situación en lugar de alimentarlo. No soy ideólogo como para establecer una nueva trayectoria, pero lo que sí está claro es que a los niños, en los coles, muchas veces, les acabamos dando el cariño que les falta en la casa. Que hay niños que luego ven a su seño como una mamá.

¿Por qué crece el homeschooling? ¿Por qué la gente quiere ir menos al trabajo  o al cole? 

El mundo va muy rápido y no nos da tiempo a acumular las experiencias que queremos. Nos falta tiempo para leer, para ir al cine, para ir de copas con los amigos, para ir de compras, para escribir, cantar, pintar... Nos falta tiempo para todo lo que nos venden, nos entra por los ojos y queremos hacer. Y al final, ¡cómo no!, nos falta tiempo para nuestros hijos e, incluso, sobre todo, para nosotros mismos.

Cuando la mujer empezó a incorporarse al mundo laboral, lo cual me parece que fue genial y tardío, se hizo a costa de los niños. ¿No se podía haber hecho a costa de los maridos? ¿No se podía haber hecho a costa de reducciones de jornada? ¿De hacer menos cruceros o no comprarse un sillón relax? Hemos relegado a los niños. Para algunos, incluso, son un estorbo... no se dan cuenta de que esos padres son el auténtico estorbo, para sus hijos y para la misma sociedad.

Conciliar no es aparcar a los niños en el cole/guarde cuanto más tiempo mejor. Hemos querido dignificar tanto el trabajo, que hemos arruinado lo más preciado que tenemos.

Tengo compañeros que nunca se habían planteado una reducción de jornada... hasta que me han visto súper relajado (y con menos dinero). Algunos la han pedido ya también. Sé que hay gente que no puede ni plantearlo, pero es que los empresarios son los que deberían sugerirlo, ¿me oye Señora De Oriol? Un empleado feliz, que disfruta más de sus hijos, de su familia (aunque cobre menos), rinde mucho más. A lo peor es que no hemos profundizado en lo que nos gusta realmente y nuestro trabajo está en otro sitio. Cuesta mucho decidir, cuesta mucho cambiar, cuesta mucho dejar atrás. Pero sí, en ocasiones, la vida es un desierto que hay que cruzar para llegar a la tierra prometida.

Quizá haya que hacer un recálculo de nuestra ruta vital.




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